El verano nos deja libres los relojes para vendimiar los
aconteceres, pisarlos sacándoles el jugo de las vivencias y después, con la paciencia dilatada propia de estos meses, dejarlos
transformarse, por la expresión orquestada de palabras y silencios, en el cántaro
de la poesía.
Porque no todo es
pedagogía.
Y también, de otros veranos:
Poemarios de viajes
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