domingo, 25 de septiembre de 2011

¿Qué creencias tengo como docente?


Llevo ya tres semanas en las aulas frecuentando la sala de profesores del instituto en el que trabajo y escuchando los comentarios que hacen mis compañeros sobre el mundo escolar que compartimos . Aunque estamos en la misma escuela y damos clase a los mismos adolescentes, un observador externo pensaría que no vivimos en el mismo planeta. Y es que la realidad depende del cristal con el que se mira y de las creencias que condicionan nuestro actuar en el mundo. Estas creencias no son inmutables. Muchas de ellas las heredemos de nuestros padres, vienen determinadas por la educación que recibimos y por las experiencias vitales que vamos atesorando. Pueden servirnos en un momento dado y después quedarse pequeñas, como un traje que ya no nos viene bien o que ya no nos gusta porque hemos cambiado. También podemos utilizarlas como trampolín: adoptar una creencia determinada nos puede proyectar en la manera de estar en el mundo y actuar deseadas.

En cualquier caso, mirarlas a la cara, llamarlas por su nombre y apellidos es la única manera de liberarnos de los filtros con los que condicionan nuestra forma de vivir la realidad .

Así que en este principio de curso me ha parecido un ejercicio oportuno el reflexionar sobre mis creencias actuales como docente, sobre todo para decidir con cuales me quedo. Este es el resultado (en el orden en el que me han venido a la mente, lo que supongo refleja su importancia):

- Mis estudiantes quieren aprender

- A veces les cuesta pero no lo hacen para fastidiarme

- En general disfruto enseñando y mis estudiantes disfrutan aprendiendo

- Me planteo y planteo retos a mis estudiantes aceptando los riesgos inherentes

- Tengo derecho a equivocarme (cuando las cosas no me salen como estaban previstas) y mis alumnos también

- Exijo esfuerzo a mis alumnos desde mi propia exigencia

- Todos formamos parte del mismo sistema: somos interdependientes y estamos interrelacionados. Si quiero cambiar algo, ese cambio tengo que introducirlo yo.

- Aprendemos y enseñamos mejor juntos

- La creatividad es contagiosa

- Innovar es esencial

Por supuesto que éste puede ser también un ejercicio interesante con nuestros estudiantes, el que reflexionen y expliciten sus creencias con respecto al aprendizaje de los idiomas. Muchos – y sobre todo los adultos – llegan a nuestras aulas con creencias duras como piedras (“Para aprender hay que sufrir”) o erróneas (“el profesor lo sabe todo, yo no sé nada”, “el error es un fracaso”) Para ellos supone una revelación el asistir como actores a una manera de aprender en la que - juntos con sus compañeros, colaborando y disfrutando – exploran y descubren el mundo del español y de lo hispano.

En resumidas cuentas, reflexionar sobre nuestras creencias es un sano ejercicio de comprensión de nosotros mismos y de los demás así como el abono idóneo para que se instale la buena hierba de la tolerancia en los campos que labramos.

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