sábado, 21 de noviembre de 2009

Niños



A 30 pisos de altura frente a la playa de Copacabana
la calle huele a humedad, a fruta, sexo, bronceador, cachaça.
A 30 pisos de altura veo la vida que me mira y pasa
bebiendo agua de coco frente a la playa de Copacabana.

Cuando den las diez no volverán a casa
se quedarán ahí, no volverán a casa.
Cuando den las diez los niños de la playa
se quedarán ahí, no volverán a casa.

Como los coches, luz de farola.
Como los gatos y las baldosas.
Como las tiendas y los buzones.
Como basura por los rincones.
Como los perros intentando vivir... viviendo.

Desde la asfixia y la altura veo el temor de la ciudad dormida.
Nada se intuye en el aire de la violencia en la que todo gira.
Colombia avanza y el mundo no sabe nada y si lo sabe olvida.
Y todo sigue girando, morir al día es parte de la vida.

Niño del dolor que cuelga de los coches
y aspira oscuridad crecida de la noche.
Niño del dolor sin nada a que agarrarse,
perdido en la ciudad ya es parte del paisaje.

Como los coches, luz de farola.
Como los gatos y las baldosas.
Como las tiendas y los buzones.
Como basura por los rincones.
Como los perros intentando vivir... viviendo.

A muchas horas de casa miro la luz de la ciudad torcida,
la inmensidad del D.F., la multitud que en el smog respira.
A muchas horas de casa otra mirada nos observa y mira
y la serpiente emplumada quedó atrapada y ahora es luz cautiva.

Niño del dolor haciendo piruetas
a cambio de tener migajas o monedas.
Niño del dolor que juega a hacerse grande,
ausente del amor ya es parte del paisaje.

Como los coches, luz de farola.
Como los gatos y las baldosas.
Como las tiendas y los buzones.
Como basura por los rincones.
Como los perros intentando vivir... viviendo.

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