viernes, 18 de diciembre de 2009

El anillo de platino y la cupula de zinc


Hay tragedias sin nombre que sacuden las aguas de nuestras existencias como si fueran castigos sangrientos de crueles dioses.
Hay también nacimientos inesperados, manantiales que brotan de la tierra desafiando el desierto y la sequía.

Hay multitud de misterios agazapados bajo la corteza de la realidad.

Por ejemplo:

El leve temblor causado por la carambola de una alianza de platino sobre una charca provoca un maremoto en el que naufraga una naciente civilización de amor. Los cimientos de la arquitectura interior sobre la que reposan proyectos de felicidad se derrumban. El tiempo, como una bomba, nos explota entre las manos.

Sobrevivimos.

Por encima o por debajo de la vida linear que organiza los calendarios se nos revela una vida en espiral, cuyo mapa se dibuja en redondeces suaves y concéntricas. Por sus pasadizos nos deslizamos en viajes interiores, a través de los que quedan explorados todos los extremos de la existencia, desde las cumbres de la armonía hasta los pozos más negros del abandono.

Nos deslizamos como el agua, porque solo en el agua estas expediciones son posibles. En la tierra, no. La tierra nos hace sentir el peso, las raíces, los límites de la geografía: la tierra nos llama con su gravedad y nos entierra.

En esta ingeniería vital acuática, actos aparentemente insignificantes pueden desencadenar epifanías de comunión o de caos.

El azar, ese incógnito juego de simetrías, pone en marcha sus estrategias y nos confunde para enseñarnos luego con paciencia a descifrar los alfabetos con los que el mundo se va diciendo.

Nuestro aprendizaje se construye.

No hay fatalidad en el camino: el amor es el hilo de Ariadna que nos permite salir de todos los laberintos hacia el reencuentro con la luz.

Solo una ley permanece: moverse, moverse ligero, moverse siempre.
No oponerle resistencia a la vida que nos empuja con su aleteo de mariposa hacia el sol.

En ese camino asistimos asombrados a extrañas e inesperadas metamorfosis.

Por ejemplo:

Una alianza de platino que se transforma en cúpula de zinc en la misma ciudad en la que alguien la sustrajo de una cartera dejando destrozados dos corazones, de los que solo uno –pese a él- sobrevivió.

Una ciudad que devuelve lo que robó.

Un jardinero de mar que construye en el cielo un observatorio para que su amada contemple más de cerca las estrellas.

Un corazón que cesó de latir transformado para siempre en polvo de estrellas.
El corazón de la Vía Láctea auscultado cada noche por una mirada en el corazón de zinc de la ciudad.

El agua amarga de la tristeza convertida en vino tinto de felicidad.

La unión de los contrarios en la alquimia del amor.

Y la palabra, como una gota de agua, deslizándose por las paredes del alma, celebrando, tranquila y veloz, el milagro del amor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

una preciosidad, querida Pili, sigue escribiendo para nuestra felicidad!

Matilde dijo...

Hermoso texto, Pilar .
Circular y concéntrico como las ondas que hizo al caer en el agua un anillo sustraído al ladrón que lo había robado. ¿Lo lanzó allí una mano enamorada para que algún día su amada pudiera, transformado, recuperarlo?
Cuánta belleza en este acto de justicia poética.
Y qué bonita tu alfombra mágica para volar sobre Bruselas.